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Comentarios, opiniones, crónicas y críticas en la vida de un ser humano que escribe. O algo así, que suene como interesante, si eso...

jueves, 31 de mayo de 2007

Por amor al arte... London Calling VIII

Antes de acometer mi "London Calling IX" y el que será el último "London Calling X" (sí, sí, 5 días me han dado para diez posts, con 2... pisos, como los autobuses) voy a comentar las inevitables visitas a museos de la capital británica. Una delicia.



La verdad es que la oferta es impresionante, como era de esperar. Desde lo más de lo más que pueda haber en la Tate Modern hasta los más remotos y antiguos restos arqueológicos que pueda haber en el British Museum, pasando por la impresionante colección pictórica de la National Gallery, la de retratos de la Portrait Gallery, el National History Museum, Victoria & Albert Museum, Science Museum, Imperial War Museum…. Puf. Hay miles. Y todos tienen pinta de guardar sus cositas chulas. Así que hay que elegir (o morir en el intento).

Elegimos pasar por un par, sólo. Eran cinco días y lo que más apetecía era callejear. Además, había que tener en cuenta las visitas a Windsor y Torre de Londres y repartir los tiempos. Y eso es importante, porque en Londres TODO cierra a las 6 como muy tarde y por tanto limita mucho las visitas. Sobretodo a los españoles, esa gente con horarios extraños para el resto del mundo (excepto Grecia y Portugal, supongo, que siempre nos acompañan en todo).

Los elegidos fueron 3: El obligatorio British Museum, la National Gallery y el descubrimiento sorprendente: a última hora, añadimos el Sir John Soane’s Museum.

Es un museo extrañísimo pero genial en su conjunto que descubrimos por las guías de viajes y que se encuentra fuera de las rutas habituales. John Soane fue un curioso personaje de finales del XVIII y principios del XIX, arquitecto (diseñó el Banco de Inglaterra) y mecenas, que acumulaba obras de arte de múltiples épocas y procedencias en su pequeña pero estudiada casita londinense. El museo es tanto la casa (diseñado increíblemente en un micro-espacio, con una búsqueda de luz natural y espacios útiles indescriptible) como la colección que alberga: Arte egipcio, griego, romano, renacentista, barroco, neoclásico… una sorprendente colección de Canalettos maravillosos y de Turners apabullantes (era amigo personal del pintor) y todo lo que jamás esperarías encontrar en una casa que por fuera, pasa completamente desapercibida, excepto por la pequeña colita de gente. En la foto se puede apreciar la cola, la casa y a una intrépida periodista situada intrépidamente al final...


El lugar es tan pequeño que sólo dejan entrar a una cantidad pequeña de gente a la vez. Mientras, en la cola, un señor muy educado, charla contigo si estás a punto de entrar para decirte que dejes las bolsas en la entrada. Miró la mochila intrépida y recomendó dejarla, miró mi bandolera pequeña e hizo lo mismo. Yo le miraba extraño... ¿Para qué voy a dejar este bolsito enano?. Pues bien, toda la razón tenía ese santo hombre: ¡Ahí dentro no cabía un tio con bandolera! Había pasillos en los que casi me cargo mini-laocontes y otras obritas. Cada giro era un peligro para el museo. En fin, vayan desnudos y con el traje ninja, por favor.

Eso sí, el museo tiene la ventaja, además, de que el primer martes de cada mes abre hasta las 9 de la noche, cuestión que se agradece por los turistas. Si vais por allí y aún no lo conocéis, que no se os escape, es realmente atractivo el personaje y su lugar.

La National Gallery la visitamos en medio de un festival hindú que habían montado en Trafalgar Square (allí se encuentra). Al parecer venía alguien importante de la India y todos los hindús de Londres (junto al ayuntamiento) venían a recibirle en un escenario. Una escena muy curiosa, la de estar en Londres rodeados de cabezas con turbantes. Era una sensación… ¡perturbantedora! (du du dum, chas!!). En la foto se puede apreciar el escenario, ya abandonado. Y al igual que en el chiste anterior, lo fatal de mi estado mental. (Mini Ben! Mini Ben!)

El sitio mola porque vas de gorra, así que se disfruta muchísimo más. Y más si te pides la audioguía, que también es de gratis (bueno, la voluntad, pero la voluntad de pagar siendo turista español ya sabemos que es poca). Eso sí, como éramos super-majos, sólo pillamos una. Así que, o bien uno veía la sala mientras el otro escuchaba el comentario de turno, o bien el "otro" cansado acercaba la oreja a ver qué decía. Debían estar partiéndose el culo con nosotros...

En la galería se encuentran algunos de los cuadros más famosos del mundo. La colección es inabarcable, así que no los voy a numerar. Intentamos hacer un recorrido de "escogidos" dado el poco tiempo que se suele tener, pero es imposible: te tienes que parar en todos. Al final, corriendo por las salas de Caravaggio y por ahí. Ay señor... al final, vimos muchos, pero entre ellos, el más disfrutado fue el del “Matrimonio Arnolfini” de Jan Van Eyck.

Es un cuado para mirar durante horas, disfrutarlo, estudiarlo y maravillarse. A mi parecer, son las meninas de la National Gallery. Y no sólo por su importancia y grandeza, ni por su retrato familiar. Si no por detalles como este que seguramente Velázquez también apreciaba…


Otro cuadro que recuerdo con curiosidad es el de “Los Embajadores”, de Hans Holbein el Joven.


Tiene la curiosidad del “hueso de sepia ese que se encuentra a sus pies. El cuadro es grande, grande y está puesto ocupando casi por completo una pared de la sala. Y el truco está en detenerse a mirar esa mancha blanca y gris… y caer en la cuenta de que, deformada, la imagen, es esta de la foto.

Tenía gracia la sala semi-vacía excepto en su lateral, pegado casi al cuadro, donde nos encontrábamos todos intentando ver la calavera lo mejor posible. Al parecer, como se puede ver bien es con una cuchara, ¡pero nunca tienes a mano una cuando la necesitas! (No podría ser malo de peli, que siempre amenazan con sacar los ojos con una cuchara. Ellos son taaaaan precavidos…)

En fin, ¡tanto que ver en este museo! Por supuesto, mi adorado Canaletto tenía un par de salas dedicadas con una cantidad de cuadros suficientes para satisfacer al más exigente. Entre estos, los del museo de John Soane y los que tenían en el Castillo de Windsor, quedé más que satisfecho (y sorprendido) con mi hambre del pintor veneciano.

El British Museum, en cambio, es otra historia. Tiene el atenuante (como el anterior) de ser gratuito, pero a mi me da un poquito más de mal rollín. Sí, las piezas que guarda son impresionantes, la cúpula de Foster es abrumadora, pero… joer, macho, ¡es que lo habéis robado todo! O casi todo, no seamos exagerados, vale.

Egipto, Babilonia, Grecia, Roma, por todas partes han ido recopilando para estudio, investigación y difusión. Que sí, que son nobles principios, sobretodo en épocas pretéritas en las que la buena conservación de las obras en los países de origen podría ser dudosa. Pero me da que ya no cuela…

Un hecho curioso ocurrido en el British fué el descubrimiento de que, cuando salimos fuera de casa, nos volvemos idiotas. O más idiotas. Andaba yo con una camiseta de Candem, de M.A. (el del Equipo A) así dibujado en plan mono cuando pasa un grupo de niñas adolescentes. Una se para delante de mi, frente a mi, señala mi camiseta abiertamente con su dedo y grita a sus compañeras en perfecto castellano: "Mira, es M.A.! Mira la camiseta de este tío, jojo, como mola!". La miran, ríen, se cogen de la mano y se van. Mientras, yo, flipo. A ver, vale que igual yo resulta que era guiri, aunque pinta inglesa, no tengo. Vale que igual, no hablo tu idioma y no entiendo tu comentario, vale... Pero jodida niña, si te paras frente a mi a 2 cm y me señalas con el dedo, ¡algo sospecharé! ¡Que el hablar otro idioma no te hace invisible, pazcuata!. Y mientras estas niñas respiran, culturas milenarias se han extinguido... que mal, que mal.

Pero allí, en el British, lo más importante (o lo que más me apetecía ver) parecían ser los restos del Partenon de Atenas. Por fin los vi. Y… bueno, me dejaron un poco frío. Yo no se qué me pasa que me ponen figuras sin cabeza y me cuesta entrar. Pero la verdad es que si los consiguieran situar de nuevo en sus lugares (y supongo que en el estado en que se debe encontrar el Partenon debe ser muy difícil) sería grandioso.


Pero yo soy así: Mu raro. Así que lo que más me llamó la atención del British Museum no fueron ni los griegos ni los egipcios ni nada… fueron… estos seres:


¿Qué narices era eso? Ni idea, amigos. Pero con uno sólo, Iker Jiménez se hace una temporada completa con fascículos en los quioscos y todo. ¡Flipante! Hay dos que parece que tengan frío, una con gafas de sol chungas, otra que parece la hija de la hermana de Mulder… la otra calva… Lo normal sería que fueran estatuillas de la fertilidad y tal, por lo que he visto por otros lados, pero me da tan mal rollo que prefiero no pensarlo. Vaya hijos pueden salir de ahí. Sobretodo si a la madre le dan la del alien enano.

Invito a todo aquel que visite Londres a que busque a estos extraños (y pequeños) seres para descubrir su oculto secreto… Madre mía, a estos británicos les ha dado por ir a robar cositas muy lejos, me parece a mi. ¡A otra galaxia o algo!

La verdad… está en el British.

Ah y… Continuará
.

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martes, 22 de mayo de 2007

Las Cosas de Palacio: London Calling VII

La visita "real" de la que hablaba en el anterior relato del viaje se completó con los palacios londinenses en si. Los que estaban en la ciudad.

Pegadita al río se encuentra "La Torre de Londres", fortaleza ordenada construr por (como no) Guillermo I, allá por el año 1078. Servía de defensa de la ciudad en sus inicios, para poder establecer un reino como Dios manda (entonces era un dios católico apostólico aún). Luego, fue creciendo a lo largo de los reyes y dinastias para acabar como fortaleza turística en la que no vive ninguna de los Windsor.

Lo primero que sorprende al entrar es que... vale, hay una torre. Pero es como ir a la feria y llamarle "la olla loca", así, porque es lo que más mola y ya está. Porque ahí hay de todo: Torre, murallas, más torres, casas... Y todas, tienen su historia. O eso intentan sugerir.

Porque claro, la visita tiene su gracia pero te venden cosas muy rarunas. Por ejemplo, visitas a torres que están vacías y que, tras pasearlas por cuartos sin nada, tienen un panel con un vídeo para que te "imagines" lo que debía pasar allí. Y allí estás, en un cuarto vacío pequeño, de pie, viendo un vídeo de Laurence Olivier haciendo de Ricardo III. Y qué quereis que os diga, allí no te imaginas ni a Ricardo ni a su Kingdom ni al Horse. Pero bueno, por lo menos aprendes historietas.

Porque al final, lo más interesante de los castillos en este plan (el plan de: "no queda nada pero aquí iba una cama así como roja que...") es que te cuenten leyendas o historietas. Y en eso, este no defrauda. Si te esperas y coges un Beefeater (los guardianes de la torre, esos señores quasi-disfrazados, que cada X tiempo te hacen el recorrido turístico) te contarán varias. Pero si vas por tu cuenta, el castillo por si solo te cuenta, en concreto, tres leyendas o historietas:

1- La de los niños de la torre. Dos pequeños príncipes herederos (Los hijos de Eduardo IV: el rey niño Eduardo V y su hermano Ricardo, duque de York) que casualmente desaparecen estando bajo vigilancia de su tío Ricardo. Antes fueron convenientemente deslegitimados por artimañas varias para que ese tío pillara el reino, pero por si acaso, el hombre los guardó bajo llave allá por 1483. Era Ricardo III. Al parecer, este deforme rey habría mandado asesinar a los 2 crios. O eso se sospecha. El asesinato jamás pudo ser probado porque los cuerpos nunca aparecieron... en su momento.
Porque en 1674, durante unas obras de remodelación de la torre, aparecieron 2 esqueletillos de niños. O niñas. En unas escaleras. Se decidió que eran estos dos niños y se les hizo un entierro real. Y hale, una leyenda más que contar en el castillo.

Hay una sala en la que se puede votar y decidir quien mató a los niños. Dan 3 opciones: Ricardo III, Enrique VII (Su sucesor, el que le dió p'al pelo a Ricardo mientras pedía un caballo y que según dicen, podía haberlos matado para dar mala fama a Ricardo) o que los nenes habían desaparecido sin más. En fin, el juego era una tontería para ocupar una habitación, pero... ¿Y esto por qué no lo hacemos en España? ¡Molaría! Por ejemplo, en el Palacio Real:
¿Quien crees que fué el padre de Alfonso XII: a) El Rey Consorte Don Francisco de Asís, b) Enrique Puig Moltó, c) Francisco Serrano, d) Uno que pasaba por ahí, e) Una espora?...

La historia de los niños tiene su intríngulis, pero ya que estoy, recomiendo desde aquí seguir investigando en la interesante figura de Ricardo III y su leyenda. Sobretodo en la magistral obra de Shakespeare y ya puestos, en la también magistral obra de Al Pacino: Looking For Richard. Lean y veanla ya!

2- La de las mujeres de Enrique VIII: La más famosa: Ana Bolena, la segunda esposa (de seis) de Enrique VIII, a la que este, cual reina de Corazones, mandó decapitar. Al parecer, era una práctica habitual del divertido señor, que también practicó con Catalina Howard (la quinta esposa, que tuvo otras 2 Catalinas más, el hombre). La táctica en su vida fue: Casarse, repudiar (por capricho y por no darle varón), anular, romper con la Iglesia Católica porque el Papa no anulaba, casarse con la otra, repudiar decapitando e inventándose acusaciones, volver a casarse con otra, quedar viudo, volver a casarse con otra, anularlo, volver a casarse con otra, repudiar decapitando, volver a casarse con otra... y morir. Un crack.

Según dice la leyenda, el fantasma de Ana Bolena aún se pasea con su cabeza bajo el brazo. Vamos, que al fantasma... ¡se le va la bolena! (du du dum, chasss!)

3- La Conspiración de la Pólvora. Conspiración de unos cuantos católicos ante la asfixiante presión a la que les sometían por serlo, en un país anglicano y anti-católico, en plena época de Reformas y Contrareformas. Vamos, que casi tenían prohibido hasta respirar, los pobres. Así que se hartan y montan un plan: Volar el parlamento con pólvora desde sus catacumbas, justo el día de apertura en el que van hasta los Reyes (Jacobo I - O Jaime... o vamos, James). Y así, montar un gran caos. Lo malo es que les pillan el plan chachi y les dan para el pelo (decapitados, quemados... ya sabeis).

El personaje principal del rollo es Guy Fawkes, al que pillan con las manos en la pólvora y al que se recuerda cada 5 de noviembre en una bonita fiesta. No falta el típico humor inglés que dice que Guy ha sido la única persona que ha entrado en el Parlamento con intenciones verdaderas. Alan Moore lo utiliza y lo renueva en su obra "V de Vendetta", esa gran obra maestra. Lo que no entendí es por qué todo esto lo explicaban en la Torre de Londres. Supongo que era porque les sobraba un huevo de habitaciones vacías, porque vamos, el reventón era en el Parlamento.

Total, que a parte de esto: armas, armaduras, cuervos y Beefeaters (al parecer, llamados así por su privilegio de comer carne para estar fuertotes) y poco más... O bueno, no. Mentira. Mucho más. De hecho, la parte que más le apasionó a mi intrépida acompañante de intrépidos ojos: Las Joyas de la Corona.

Yo pensaba que le apasionaban por aquello de que ella es un poco... lo que llamo "Royal Friki" (le mola cotillear todo ese rollo de las vidas monárquicas de la antiguedad), pero no. Es que son impresionantes. ¡Unos pedracos! Madre... Yo no recuerdo haber visto unas iguales en todos los palacios y museos de nuestra piel de torete. De hecho, en una de ellas (el cetro) está el diamante más grande del mundo. Ahí es nada.

Aunque debo decir que lo que más me llamó la atención fue el método de presentación: Primero debes entrar en un edificio acorazado, con unas paredes brutales de gordas y unas puertas más grandes que la tripa de Enrique VIII. Pero es que después, llegas a la zona de las coronas y cetros y te encuentras con unas vitrinas rodeadas de dos... ¡cintas transportadoras! Sí, sí, no te paras a mirarlas: pasas por todas ellas como por las ofertas del Corte Inglés en las escaleras. Eso sí, te dejan repetir las veces que quieras el viajecito para que puedas verlas por ambos lados.

Al salir de la Torre de Londres y antes de continuar, la visita y foto obligada: The Tower Bridge. Contrario a lo que parece, es un puente bastante modernete: 1894. Es levadizo y la verdad es que impresiona un buen rato. Al lado de la Torre de Londres queda fenomenal, eso sí. Lo vimos de lejos, nos hicimos las fotitos de rigor y hale, a hacer camino. ¡Para otro viaje el subir y cotillear desde las alturas!


Y tras las visitas a las torres de Londres, la visita "Real" terminó, como no puede ser de otra manera, en el Palacio de Buckingham.

Gran foto en la que conseguí, creo, sacar el coche más feo
de Londres (y toda Inglaterra, seguro).


El sitio en sí no tiene mayor gracia que el morbo de decir: "A ver si la veo". Pero pese a que se encontraba dentro (ya saben, la banderita era la del escudo de familia) tampoco es que causara un interés especial. Eso sí, para no perder la costumbre, llegamos en pleno cambio de guardia. Pero poco más que ver allí.

Así que decidimos hacer... ¡el gilipollas! O por lo menos, yo lo acabé haciendo. Lo explico: Culo veo culo quiero, se nos ocurrió hacernos una foto en la puerta de Buckingham... pero saltando! He aquí una intrépida muestra:


Pero claro, no todo va a ser tan fácil. Como no, en mi caso, pillarme en el aire fue mucho más difícil. No se si por la ley de la gravedad o por qué. Ya les quito el chiste, por si lo querían. Pero... bueno, esto fué lo que pasó. Aunque parezca una secuencia de cine, entre foto y foto pasaban minutos. Lo juro:



Al final, tras un buen rato (observad como va desapareciendo la gente al fondo), ¡por fin lo conseguimos!

¿Y todo esto para qué? Ni idea, pero mira, las fotos son graciosas!
No se ni como no nos detuvieron...
Good Save The Queen. And The Intrepid Journalist, madre mía :P

Ah: Continuará...
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lunes, 21 de mayo de 2007

Cumpleaños Ruvio!

Permitidme esta breve pausa en el relato londinense para felicitar a unas amigas majérrimas que estos dias celebran su primer añito en la blogosfera. Unas ruvias inteligentes que han demostrado por activa y por pasiva en estos 12 meses que su nombre está muy bien escogido.

Buen rollismo, ambientillo de amiguetes, links por doquier, coleguismo, simpatía, inteligencia y un idioma inteligible en sus primeros 2 minutos pero que luego se vuelve imprescindible en el día a día.

Un besote enorme a la República Dominicana por la suerte que tienen de ser retratados por estas muchachuelas de las terretas levantinas. Y un besote enorme a las ruvis y su comunidad de blogers locos. Mereceríais una serie de Hanna-Barbera, ¡por lo menos!

Si no las conocen aún, no dejen de entrar aquí para contagiarse del ruvismo creciente.
Si las conocen, pasen a felicitarles por su blog: "Las Ruvias no Semos Tontas"
Desde aquí, enhorabuena por ese blog tan currado y cuidado y un regalo que vimos la intrépida periodista de intrépidos ojazos e intrépido pelillo rubio (aunque intente negarlo) y yo en el mercadillo de Candem (Londres). Era una camiseta entrañable que me recordó a vosotras.

¡Felicidades!

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jueves, 17 de mayo de 2007

El Viaje "Real": London Calling (VI)

Si vas a Londres, una de las cosas con las que es inevitable darse de bruces es con la monarquía.



Sí, es un hecho que no debería resaltar para un español. Y menos para uno que vive en Madrid. Pero no nos engañemos. Si hay una monarquía en el mundo, esa es la inglesa. El Royal acompaña absolutamente todo. En España lo que suele acompañar el término "Real" es a equipos de fútbol.

La vista "real" londinense suele empezar por Buckingham pero en mi caso, fue el destino final. La cosa empezó por el Castillo de Windsor.

Este castillo está situado, como su nombre indica, en Windsor: Una pequeña población al sur del Támesis y de Londres. La ciudad esta es originalísima, puesto que tiene un puente llamado "El puente de Windsor" y un parque llamado "El Parque Windsor", además del "castillo de Windsor", claro. Y allí veranea... la dinastía Windsor. Los Monty Python podrían haber hecho un sketche con esto y al correo basura le estaríamos llamando "Windsor"...

El castillo lo empezó construyendo en 1070 Guillermo I (el que lo empezó todo en Inglaterra, al parecer) y hoy en día sigue siendo residencia real. De hecho, es el mayor castillo habitado del mundo. O eso dicen allí, claro (yo creo que no cuentan con el de Disneyworld).
La Reina va por allí los fines de semana y en veranito, según se ve. Sí, los reyes también tienen su apartamento en la sierra. Y como fuimos un martes, la Reina no se encontraba en él. Se puede comprobar porque en la torre ondea la bandera de Gran Bretaña y no la del escudo familiar. Ya lo saben: Si van a una residencia real británica y ondea el escudo real, cuidado que Isabelita está cerca.

Lo bueno del castillo es que como sigue viviendo gente allí, se conserva fenomenalmente y es muy interesante su visita, perfectamente organizada con su audio guía gratuita en español y todo. Es más, ya en la taquilla nos encontramos con una señorita de nombre "África" y que nos dijo (trascripción): "Plis, de next uan bai dis guay". A lo que respondimos: "Tu vas a ser española ¿verdad?". Y lo era. Y es que se nos nota más, con ese inglés tan especial que nos han dado dios y Muzzi...

El Castillo estaba completito: Torres, muros, jardines, una casa de muñecas acojonante, capillas, salas de armas, salones de recepción y lugares que hacen a intrépidas periodistas desear ser intrépidas diplomáticas. La verdad es que estos lugares tienen un atractivo imaginario muy fuerte... ¿Cómo debía ser un rey en la época de...? ¿Y si yo...? ¿Te imaginas que...? ¿Y si... si cojo esa espada pasará algo?

Pero lo más interesante del Castillo de Windsor se encontraba en el salón de la Orden de la Jarretera: El Salón de San Jorge. Uy ¿El salón de qué has dicho primero? De la Orden de la Jarretera. Vale. ¿Y qué narices es eso? Pues... ¡una liga! Y no, no es que hable de un salón donde guarden los trofeos de la Premier. No. Porque hablamos de una liga de las que se ponen en las piernas. Así que llegados a este punto de falsa tensión: ¿En qué consiste la Orden de la Jarretera?. Pues es genial, os lo explico:

Según cuentan, una noche en que el rey Eduardo III estaba bailando con la condesa de Salisbury en una gran fiesta de la corte, a la dama se le cayó su jarretera. Su liga, vaya. Así que Edu se agachó para recogerla y devolvérsela. Cuando lo hacía, el resto de presentes empezaron a hacer eso tan típico de España pero que al parecer, compartimos con otros países: Murmurar con cachondeito. Así que Edu la devolvió a la condesa y dijo con mala leche británica al resto: "honi soit qui mal y pensé" (que se avergüence el que haya pensado mal). Y por si fuera poco, les dijo también que el hecho por el que ahora estaban haciendo coñitas, en adelante iban a desearlo y esperarlo con honor. (Y supongo que terminaría diciendo "capullos", pero no está documentado).

Así que Eduardo III creó "La Orden de la Jarretera" en 1348. Una orden cuyo distintivo sería una liga con la inscripción de su frase y que llevarían los más allegados al Rey, con gran honor. Y ahí siguen: El monarca reinante (el gran maestre) y el Príncipe de Gales son siempre miembros, junto a otros 24 miembros y 26 caballeros o damas compañeros. Se reúnen el día de San Jorge y tienen sus nombres (han sido un porrón a lo largo de tantos años) inscritos en el Salón de San Jorge (que es donde la Reina celebra las comilonas), con sus escudos de armas. Allí están, ¡para defender al monarca en momentos de peligro si los hubiere!

¿Y a que no sabéis quien es un jarretero de tomo y lomo?... Pues sí, ¡Juancar! Juancar no sólo se echa a la carretera con la moto, si no que se echa a la jarretera con los Windsor. Qué crack. Me encantaría verle con la jarretera paseando por su yate. Pero mira, aquí está con su traje de loco de la Jarretera. Born to be king y ¡Born to be wild!

Eso sí, a la intrépida periodista se le iluminaron sus fantasiosos e intrépidos ojos cuando vio que "un tío" suyo figuraba en la lista. Vamos, lo que da de si un apellido. Pero mira, allí estaba escrito. Busquen si acaso, busquen...

Como no, en la visita nos ofrecieron un cambio de guardia típico londinense. Llegamos a las 11 que al parecer es la hora de la gran juerga militar: van un montón de señores tocando el tambor hasta un valiente soldado espera que le dejen moverse un poco (por Dios). Tras mil millones de paseitos de un lado a otro de 2 militares enseñando espadas y cosas, se cambia la guardia y se van. Media hora para todo esto.

No pude resistirme a investigar el asunto más de cerca... pero no saqué ninguna conclusión mas que, flipantemente, se lo toman muy en serio. Luego veo al guardia civil con metralleta en la puerta de los cuarteles y claro, las comparaciones son odiosas.

Creo que me he enrollado con el Castillo y voy a dejar el resto de viaje "Real" para el "London Calling (VII). Así que llega el momento de decir:
Continuará...

- Qué pesadito está con london este Galahan ¿no?
- Yo casi que le diría que abriera otro blog.
- ¿Pero este no iba a hablar de guionismo y estas cosas?
- Eso dice, pero es un abuelo cebolleta, no puede evitarlo.
- En fin, la que nos espera.
- Ya te digo...
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martes, 15 de mayo de 2007

A ti te encontré en la Calle: London Calling (V)

Una vez instalados en Londres, nuestros continuos paseos nos llevaron por los lugares más característicos de la ciudad, buscando monumentos, museos, referencias, puntos recomendados por amigos, guias y recuerdos... Londres me parece una de las ciudades más callejeables que he visto nunca, con verdadero encanto para recorrer y que, sorprendentemente, resulta fácil de dominar en poco tiempo.



Aunque a veces, te apabullaban la cantidad de opciones interesantes que disfrutar:


Pese a todo, nos manejamos rápidamente por la ciudad y trazábamos intrépidos itinerarios sobre el mapa doblado a conveniencia: Hasta los lugares abandonados como la City en un domingo tenían encanto especial.

Luego, las calles que van al reves nos llevaron a un recorrido por los teatros del West End (madre mia cuanto musical! Otro día cuento la experiencia), paseito por Chinatown (tentaciones chinescas y patos laqueados colgados como reclamo), el Soho (ahí el reclamo era más... explícito) y Leicester Square...

En este último lugar se produjeron dos descubrimientos:
Uno fue mi incapacidad de pronunciar bien su puñetero nombre. Al parecer, es algo así como: "lestescuer". Yo me empeñaba en llamarla: "Leicestescuer". Ya ven. Menos mal que la Intrépida Periodista de Intrépidos Ojazos e Intrépido Acento Inglés me sacaba contínuamente del error. Pobrecita, lo que sufrió...

El otro descubimiento fue el de encontrar por toda la plaza gente con estas pancartas que se ven en la foto.

Yo pensaba: "Mira que enrollaos los peperos ingleses, que se dejan de slóganes y van directamente al fondo de su mensaje". Pero no, no era eso. Ni siquiera la Conferencia Episcopal Inglesa proponiendo una misa del Gallo especial primavera. Era que al parecer, allí se encontraban la mayoría de locales de Stand-Up comedy del reino. Y tal y como aquí te persiguen relaciones públicas por las calles del centro para regalarte un chupito de agua tintada, allí te proponen ir de chistes.

No fuimos a ninguno, pero me alegró saber que la comedia sigue teniendo tirón en Londres y no se esconde en pequeños ghetos, como en España. Y encima, la anunciaba una simpática muchacha y no un barbudo-melenudo con camiseta friki y gafitas. Que no está mal.

Paseos, tiendas, museos, calles estupendas, cabinas de teléfono, autobuses de dos pisos... ¡Todo Londres en estado puro!...

¿Todo?...

¡No!

En una calle concurrida de Londres, de las principales del lugar: Oxford Street, un pequeño grupúsculo de especuladores horteras resistía el ataque del sentido común y la decencia y se hacía fuerte para humillar a cualquier español que pasara.

Sí, amigos. Allí también. Y duele. No sabéis como... duele.


Puto Fabra.

Ah, sí: Continuará!


-¿Aún?
- Sí, sí, aún queda...
- Madre...

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jueves, 10 de mayo de 2007

Seaside Rendevouz: London Calling (IV)

Antes que nada y para tranquilidad de la gente, diré que el segundo hotel era normalito. Muy majos y atentos nos dieron una habitación en la que cabía una cama doble maja y todas esas cosas. Eso sí, pese a ser un 4º, la ventana era como la de un bajo, ahí arriba de la pared... pequeñita. Pero bueno, tenía un toque abuardillado que lo hacía entrañable. Y qué narices, después de dormir en el Petit Palé, cualquier cosa valía.

Pero antes conocer ese hotel, cuando todavía sobrevolaba por nuestras cabezas una noche en liliput, tuvimos toda una tarde para poner a prueba a nuestro calzado. ¡Y conocer Londres!



El día era perfecto, la temperatura cálida, el cielo despejado. Ni rastro de nieblas ni grises cielos. Pero eso sí, como todas las historias londinenses, todo comenzó en un pub. Me encantan esos lugares. La cálida madera, los cómodos sillones, las anaranjadas luces que iluminan los vasos de cerveza.

Transmiten sensación de encuentro, de hogar, de tranquilidad y de camaradería. Y miren, a mi me encantan los baretos españoles con salero, pero es que la proporción de "bar chungo-bar entrañable" en España es muy distinta a la de "Pub entrañable-Pub chungo" en estas islas. Además, la genial idea de poder comer y beber en el mismo sitio casi todo el día, me encanta. Es como un Vips pero con gracia. En resumen: hasta las trancas de comer en pubs. ¡Ñam!


Algunos eran históricos, como "Lamb and Flag" (La bandera y el cordero), en pleno West End, cerca de Convent Garden. Su nombre viene de un escudo real que incluía la bandera cruzada y un amable corderito que la portaba (símbolos de S.Juan Bautista). En sus principios se conocía entre la población como "The Bucket of Blood" (el caldero de sangre) por las inocentes peleas que albergaba y eso da una idea de lo entrañables que eran los pubs antaño. Ahora van turistas como nosotros y gente del lugar buscando una cerveza y algo de tranquilidad. Y las únicas peleas que vimos fueron por conseguir un taburete y eran "very polite".

Otros eran divertidos, cómodos, relajantes y sobretodo, acogedores. Una pena que los pubs que los imitan en España no acaben de pillar del todo esa atmósfera (sobretodo por esa impresión de que te cobran las cervezas aquí a precio de allí).


Tras pubear, un paseo por Carnaby Street me enseñó el Londres más comercial. Tiendas de todo tipo y primeros contactos con camisetas originales, mi gran debilidad. Pero aguantamos ganas. No puede ser llevar unas horas en Londres y ya empezar a comprar cosas... ¡caminemos!

Y en nuestro caminar, tras Picadilly, St. James Park, callejuelas y diversión, llegamos al objetivo: El punto cero londinense. El "vale, ahora sí que estamos aquí". ¡El Big Ben! Y a su lado, el Parlamento.

Del Big Ben mi primera impresión es que es muy tocho. ¡Y muy dorado! A los ingleses les pirra el dorado. Lo ponen a todo lo que pueden: Verjas, casas, paredes, torres con reloj... a todo. Pero mira, quedaba bonito. Muy bien Big Ben. Tuvimos la suerte de, además, coincidir con las campanadas que marcaban las 6 y así, poner el reloj en hora. Si de algo te puedes fiar en esta vida es de la puntualidad del Big Ben. Al parecer, sólo ha fallado tres veces en su historia (una por un operario torpe, otra por el frio y otra por los molestos bombardeos alemanes en la II Guerra Mundial).

El Parlamento inglés es apabullante. Es un gótico moderno lleno de florituras que no sabes si considerarlo una maravilla o una más de las muestras de recargamiento inglés. Al final, evidentemente, optas por la primera opción. Al verlo recordé "V de Vendetta". Primero el cómic, luego la película. Verlo explotar debe ser impresionante. Hace siglos lo vieron arder y ya debió serlo entonces porque pintores y escritores fueron corriendo a las orillas del Támesis para plasmarlo. Aquí abajo, un ejemplo de William Turner (adorado pintor).


Tras la parada protocolaria, cruzamos el Thames y bordeamos el río hasta el Millenium Bridge. Es un paseo curioso. El Big ben y el parlamento ya le habían dado el toque cinematográfico al día, pero se añadió a esto la visión de la Cúpula de St.Paul sobre el río, famosa por su cortinilla televisiva ¿os acordais?


Le acompañaba una musiquita que no paraba de canturrear cada vez que veíamos la cúpula (ya fuera en vivo ya fuera en foto) y que la intrépida periodista de intrépidos ojazos paseantes ya empezaba a aborrecer. Jiji. Soy más pesaooooo...

Pero no acabó ahí la referencia cinematográfica. Mi ídolo estaba presente en Londres. Continué el paseo en silencio, sin confesar una pequeña ilusión al final de todo ese camino. No era la noria gigante. No era la fiesta de holandeses bebiendo cerveza con sus camisetas naranjas.

Era el lugar donde la genial película de Woody Allen, Match Point, alcanzaba toda su plenitud. El momento mágico de guión, metáfora y punto de giro. Merecía la foto.

O por lo menos, lo es si no me engaña la memoria porque no he podido encontrar ni una puñetera fotografía del momento. Voy a tener que comprarme la película (aprovechad que en la FNAC está casi regalada... seguro que en Media Market lo está aún más).

Eso sí, no fue el único lugar visitado de la película. Pero en esta versión, sólo había un personaje femenino y no tenía nada que envidiar a Scarlett. ;-)

Pero eso sí, los paralelismos acababan ahí. El alojamiento, como ya habéis visto, no fue precisamente el mismo... Una pena.


Y es que me perdonarán, pero uno lleva dentro un pequeño cinéfilo y cosas como estas le hacen taaaanta ilusión... snif.



Ah, sí: Continuará...

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