Llegar en avión al aeropuerto de Londres es como tener un tío en Alcalá, que ni tienes tio, ni tienes ná. Porque claro, llegas a tropocientos kilómetros y nada más llegar, te entre la primera paranoia: ¿Cómo viajo hasta Londres? ¿Y cómo viajo luego por Londres?
Las alternativas propuestas desde el Aeropuerto de Stansted (el que fuí) son dos:
1- Tren. Llamado: Stansted Express.
2- Autobus. Llamado: National Express.
Y pese a que me moría de ganas de la segunda sólo por cantar la cancioncita que he puesto aquí arriba, la elegida fue la primera, por la rapidez que ofrecía combinándola con el metro para llegar al hotel. Y ahí vino el jaleo.
Porque el trenecito chu-chu costaba 25 libras ida y vuelta (37 euros) y toca amochar porque si no no sales del aeropuerto (e igual te hacen pagar tasas por permanecer más de 2 minutos en el mismo lugar). Pero es que el metro, el metro de Londres, el metro viejo, desvencijado, chuchurrío, que es fundamental para moverse por esa ciudad... ¡Cuesta 4 libras! (6 euracos, chaval). Y eso, eso duele.
Pero como yo soy un pesado y antes de ir a ningún sitio me leo millones de guías, reportajes, páginas web y comentarios al respecto de todo el mundo, en varios idiomas, me enteré de un método de pago que te hace una rebaja acongojante:
La Tarjeta Oyster. Es un sistema de tarjeta-monedero que cargas con pasta en cualquier taquilla y la pasas al subir a metro o bus. De 4 libras el viaje de metro te lo deja en 1,5 y de 2 libras el de bus lo deja en 1. Tras minutos de sufrimiento para asegurarse de que lo que había leído era cierto (cualquiera se fia de mis traducciones) nos hicimos con ella.
Galahansejo: Si vais a Londres, pilladla, ¡son todo ventajas!.
Así que nos montamos en el metro (main the gap!!) y
nos dirigimos al hotel.
La historia del hotel en verdad empieza hace un mes, cuando buscábamos alojamiento por internet. Resulta que por allí arriba el 1 de Mayo también era fiesta (May Day, que suena a que vaya a explotar Londres o algo), así que en el puente tooooda la gente había pensado en ir a Londres en comandita. Conclusión: Estaba todo pilladísimo. Pero entre el todo-todo-todo, destacaba el sábado que estaba sencillamente imposible. Ni albergues. Ni bancos del parque. Así que nos tocó reservar un hotel para el sábado y otro distinto para las otras 3 noches (juro que fué imposible pillar uno que tuviera los 4 días). Eso sí, el del sábado salía bastante más caro.
Pues allá nos dirigíamos, al hotel del sábado.
Hotel Hallam, al ladito de Oxford Circus, muy bien situado, habitación doble, desayuno, muy majamente niano nianooooo... y cuando llegamos, nuestra amable recepcionista nos sonríe. ¿Qué más podemos pedir?.
Pues... por ejemplo... ¡emoción!
La señora dice que quien narices somos, que a ella no le viene nada.
Pánico.
- ¿Nada? ¿De nada? Pero... pero si aquí hay un papelito que tenemos que dice...
- No me viene nada ni por su nombre ni por el de ella.
- Pero no puede ser... ¡si hasta hemos pagado un adelanto!
- Nop. Nada.
- Pero... Bueno ¿y cuanto cuesta la habitación sin reserva?
- No, si está el hotel completo. No queda nada. No vacancy.
- ¿Pero qué dice esta de vacancis? A mi si que me las estais dando ¿¿No queda nada??
- No. Y dudo que encuentre algo porque está todo Londres hoy...
Más pánico. Terror. En
Rates To Go no nos cogían el teléfono y nos emplazaban amigablemente a llamarles de lunes a viernes, de 9 a 19 horas. La señora nos miraba entre apurada, agobiada y apardalada. Genial. No había manera de solucionar eso. O buscar otro hotel o buscar un puente majo... o ir a un pub y hacer amigos.
Y entonces, llegó la salvación. La recepcionista y el responsable del Hotel nos ofrecieron una alternativa. Una luz se iluminaba. ¡Una solución quiero!
- Os puedo dar una habitación "single", pero es que es... muy pequeña. Very small room.
- ¡Vale! ¡Vale! Lo que sea, lo que sea. ¡Perfécto!
- Pero es very very very small room...
- ¿Más que dormir dentro de la maleta? Venga, que sí, que da igual, aunque sea uno en la cama y otro en el suelo, nos apañaremos.
- Eh... uh... ¿en qué suelo?
- ¿Perdón?
- No, nada, sorry. Bueno, yo os la enseño y ya diréis (you'll see). Eso sí, os la dejo en la mitad.
- A que majo, vale, vale, genial... esto... la habitación. ¿Podemos subir a verla?
- Of course pero very very small.
- Que sí, pesao (heavy) venga, ¿cual es?
- Esta:
Efectivamente. Esta era la habitación. No están trucadas las fotos. De hecho, creo que no hacen justicia en absoluto: era mucho más pequeña. Y el baño no lo enseño porque era la cámara o yo. Los dos no cabíamos.
Y evidentemente, no había sitio en el suelo para dormir. En la cama sólo podía tumbarse una sardina delgada junto a una anchoa deshidratada. Y para que uno llegara al servicio, el otro debía salir de la habitación. Pero ahí dormimos. Una noche enterita. Como unos campeones (Champions) ¡Ah, juventud! ¡Ah, locura!
Eso sí, tal y como la vimos llamamos desesperados al hotel que teníamos reservado para los siguientes días y comprobamos que esa reserva estaba correcta. Lo estaba. Buf! Aunque por supuesto, no tenían libres para ir ese mismo día, así que la primera noche era inevitable... ¡a la lata de sardinas! ¡Wonderfull spam!
Tras el check in pasamos el día por Londres y cuando regresamos, la intrépida viajera de intrépidos ojos que casi no cabían en la habitaciónpidió la llave al encargado del turno de noche. Se la dió. Y luego me preguntó que a cual iba yo. "The same". Y vi mi primera cara de flipe en inglés. "Eh... ok" y miró para otro lado como diciendo "no quiero saber".
Supongo que no le explicaría nada el encargado que, al irnos por la mañana, dijo: "Luego intentaré subir a ver qué podemos hacer para que estén más cómodos". Y la verdad, no se qué debió hacer al entrar en la habitación. Imagino que reir o llorar. Sólo tumbando la habitación cabríamos decentemente tumbados. Eso sí, el techo sería bajito bajito.
Al día siguiente desayunamos (estaba incluido) como campeones. English breakfast. Y cuando nos dirigimos a pagar nos miraban con cara de condescendencia:
- Bueno, pues aquí estamos. Me desencajo el hombro y hacemos el Check Out, ¿vale? Arg. Ya.
- Ok. It's all right.
- Vale, pero cóbrame. Dijisteis que la mitad así que...
- No, no. It's Free.
- ...
- Bye.
- Well but... ¿it's free?
- Yeah. I'm sorry. Good luck.
- ¿¿Free??
Mientras, la mano de la intrépida periodista de intrépidos ojazos somnolientos me estiraba, cogiendo las maletas y diciendo: "¡Thanks, bye!".
Luego, en la calle, corrimos por si cambiaban de opinión.
Estos ingleses, son la leche. Los amo. Madre mía. Educados, gentiles, amables.Son grandes. Pero sus habitaciones...
Aun así, ¡Gracias Hotel Hallam!
Y por supuesto: Continuará...
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