El viaje, como no, fué con una de estas majísimas compañías de bajo coste. Concretamente, la del arpa en sus alas. Una compañía que se caracteriza por dar tarjetas de embarque que cualquier día estarán hechas con papel de churros reciclado o trozos de periódico con número apuntado en boli bic.
Pero eso sí, este viaje me ha servido para comprobar algo: La seguridad aerea es de risa en nuestro país. O eso o es que en los demás paises están locos.
Aeropuerto de Valencia: Salimos de casa pertrechados con dos maletitas trolley listas para ser embarcadas como equipaje de mano y con una mochililla-bolso y una mochililla-bandolera para cartera, llaves y demás. Llegamos a la ventanilla de facturación, nos dan los billetes y pesamos las maletas para ver si podíamos subirlas en cabina: 9,5kg una. 9,9kg la otra. ¡Aceptadas! De ahí vamos por todo el aeropuerto, paseando con nuestras maletas, mirando tiendas, hasta que pasamos el control de seguridad rutinario (Scaner de chaqueta y bolsos, detector de metales para personas) y adelante... al avión. Llegamos sin problemas ni retrasos.
Pero dejadme que me adelante en el viaje para comentar el mismo trayecto, pero en la vuelta :
Aeropuerto de Londres (De Stansted, concretamente): Llegamos con nuestras maletas igual, nuestras mochila y bandolera enana y en el mostrador de facturación nos indican que debemos facturar la maleta. Cara de consternación (consternation): ¿Por qué? (Why?). Respuesta estilo british: Porque la bandolera ya es un equipaje de mano. O el bolso. O una bolsa de Harrods con un chocolate Cardbury's. Da igual. Son "más de un equipaje de mano" así que a facturar uno. He dicho (I've said). Con dos cojones (With two... with attitude).
Ante tal situación le preguntamos si, en caso de que lo metiéramos todo en la maleta, pasaría algo. Me dice que no... pero que antes, pese la maleta. Las pesamos: 9,9kg y 9,8kg. Así que me dice que "No puede porque se iría de peso". Nos da las tarjetas de embarque y nos dice que para facturar, vayamos a pagar la tasa de equipaje a la ventanilla de enfrente y volvamos con el resguardo, porque nuestro billete no incluye facturación de equipaje. 10 libras por maleta (15 euros). ¡Que guay!
Pero no hay problema. ¡Tranquilos! Porque ahí es donde despierta el ingenio español (Spanish Style!). El pícaro Lazarillo que todos llevamos dentro en esta, nuestra piel de toro. El maravilloso listo que va a dejar con dos palmos de narices (allí miden en pies, así que no voy a traducir, que "pies de narices" queda mu raro... ). ¡Ja! ¡Me van a venir a mi a decir lo que hay que meter o no en un avión estos de la pérfida... albión! ¡Ja! ¡Me van a decir que no pueden conducir por mí! ¿Y quien les ha dicho que yo quiero que conduzcan por mi? ¿Eh? ¿Y qué pasa si me tomo un vinacho? ¿Eh? ¿Eh?... Eh... uh... perdón, estoy confundiendo temas. Es el espíritu de raza española, perdonen.
Así que, como decía, pasamos a la acción. Le dije a la intrépida periodista de intrépidos (pero ahora un poco flipados) ojazos que pasábamos como de la mierda de pagar más libras. Que total, teníamos las tarjetitas de embarque y ahí nadie iba a ponerse a mirar si pesaba tal o cual, que estos señores son británicos, tienen muchas cosas de las que preocuparse. Y que además, casi eran las 5, estarán más pendientes del té que de otra cosa. ¡El plan era perfecto! Metíamos las mochilas o bolsos en la maleta para que fuera un solo bulto y ¡p'adentro! ¡La Armada Invencible había vuelto! ¡Ta tarí tarí taríiii...! (Sí, vale, esto es más el 7º de Caballería, pero a ver quien es el listo que sabe cómo narices sonaba La Armada Invencible... como no fuera: flass, flass...)
Tras mi malévola risa de terrorista aereo, lo hicimos y nos dirigimos prestos a la zona internacional. ¡Ya se ven los detectores! ¡Ya vamos a pasar! ¡Ya vamos sin pagar esas 20 libras para gastarlas en el Dutty Free! Ya vamos, vamos que... eh. Un hombre me para. ¿Qué quiere? Ah. ¿Que ponga ahí mi maleta? Para qué. Si sólo llevo una, hombre... Ah, una báscula. Oiga que ahora vengo, que yo... 10,7kg y 11,2. Jeje. Es que no se lo creerá pero he metido mi chaqueta porque hace calor y pesa un huevo ¿Mi tarjeta de embarque? ¿Oiga, qué apunta?...
Pues apuntó el peso de cada maleta en la tarjeta de embarque de cada uno. Y nos mandó a pagar el extra y a facturar o no pasábamos. ¡Y punto pelota! (Ball Point).
Ahora entiendo a Felipe Dos.
Yo no mandé a mis maletas a luchar contra las básculas... Joer.
¡Tanta obsesión, tanta obsesión con la basculita! Que parecía eso la pasarela Cibeles, hombre! (Man)
En fin, que en España uno puede ir a facturar, pesar la maleta con la mitad de cosas (la otra mitad puede esperarle con un amigo) y luego cargarla hasta mil kilos antes de ir a la zona de embarque, que no pasará nada. En París confirmo que pasa igual. Pero en Londres cuidadín, amigos. Se lo harán pagar bien caro.
Tras 20 libras, prisas, nervios y maletas facturándose por ahí, conseguimos entrar a la zona de control. Y esa es otra. La zona de control, que atención (atention), consistía en: Scaner de chaqueta, scaner de bolsos, detector de metales personal y... ¡señor cacheador! (y señora) (and lady). Sí, un completo chequeo de precisión, sin centímetro por recorrer, buscando vaya usted a saber qué podría llevar un melenudo como yo. Con la intrépida periodista, no se atrevieron. Tontainas, para una vez que iban a poder sin que me mosqueara. Estos british, tan polites... ay.
Pero no acababa todo. Pasamos, recogemos las cosas y nos llaman la atención porque nos faltaba el... ¡scaner de zapatos! ¿Buscarían terribles zapatófonos? ¿Sería la constatación de que fuera de España temen la relación de ETA con Zapatero? No sé, pero ahí estábamos todos descalzos mientras el scaner que peor huele del mundo hacía su trabajo.
Menos mal que, entre medias, nuestros pies caminaron por Londres.
Pero eso, os lo cuento ahora después. Juju, me encanta decir esto: "Continuará!..."
Lo hice!
Etiquetas: Londres, Personal, Viajes