Bueno, pues ya se estrenó "El Rey de la Comedia, el Casting" ayer en La 2. Y oye, que nos acompañó la suerte y el público, porque hicimos un 6.1%, el doble de la audiencia que tiene habitualmente esa franja y un punto más de la media del día (y de la audiencia de prime time). Así que ¡cojonudo!. Ahora a ver si continúa, porque querrá decir que a la gente le apetece comedia y eso me alegra muchísimo... ya veremos.
Pero bueno, opiniones, veredictos y audiencias a parte, ya os habéis podido hacer una ligera idea de lo que hemos estado haciendo todo este verano. Y eso es lo que me interesaba.
Más que nada porque ahora os quería contar lo mismo... pero desde dentro. Es decir:
El Casting tal y como lo vivimos en los equipos de El Rey de la Comedia.
Todo empieza con un autobús. El cuartel general. Algunos podrían decir que era el hotel pero no, el hotel cambiaba casi a diario, mientras que el bus seguía siendo el mismo. Y cuando digo el mismo me refiero a que podías dejar cualquier mierda en un asiento que ahí iba a continuar durante meses... ya fueran botellas vacías, panfletos de Teruel o pastitas de Orense. Todo. Diréis que hacía la atmósfera más entrañable pero… bueno, es la excusa que ponía a mi madre cuando me gritaba que ordenara el cuarto y no, no cuela (ahora te entiendo, mamá).
En el bus transportábamos todo el material, cual campistas domingueros, para montar el espectáculo en cada ciudad: Llegábamos, levantábamos la carpa en una sala del hotel y luego empezábamos el circo. Era un trabajo un poco coñazo pero con el tiempo ya éramos un reloj absoluto. Cosas de tener que hacer EXÁCTAMENTE lo mismo día tras día: hoy en Orense, mañana en Vigo, pasado en Coruña al siguiente en Lugo y hale, de camino a Oviedo.
Lo divertido llegaba al descubrir los tamaños de las salas. Podías grabar un día en un Palacio de Congresos como el Euskalduna, gigante gigante… y otro en una mini-sala de un hotel en la que cabía ajustadísima la pantalla por altura y anchura y casi teníamos que sacar un foco para meter al concursante. ¡De todo hemos visto!
En pocas palabras, una jornada de curro, o un día, consistía en esto: Llegábamos por la noche de una ciudad a la otra, descargábamos, montábamos, íbamos a cenar a las 23h horas como pronto, dormíamos (aquí hay variantes, pero bueno...) a las nueve y media todos desayunados en el set de grabación y empezaba el casting. Parábamos (si se podía) a las tres para comer (normalmente más tarde) y a las cuatro empezaba la segunda fase junto a la gente de primera que se acercaba a esas horas. Al acabar con todos los participantes y esperar un tiempo prudencial, se mandaba a un equipo (realización y cámara) a grabar recursos de la ciudad mientras el resto desmontábamos el set y cargábamos el bus para dirigirnos a la siguiente ciudad... y volver a empezar. ¿A que agota leerlo? Pues probad a hacerlo dos meses seguidos... ¡Viva el circo! Yo era una mezcla de los payasos, el forzudo… y la mujer barbuda, por supuesto.
Aun así, el concursante era recibido cada mañana por unos simpáticos personajes que les pedían que rellenaran unas hojas para luego acceder a la prueba. O bueno, esa era la idea, porque antes se les atracaba. Sí, ¡se les robaba el alma televisiva! Esto es tele y entretenimiento y si habéis visto las tiras, os habréis dado cuenta de que mucha gente dice cositas a la cámara antes y después de las pruebas.
Pues bien, de conseguir estos documentos se encargaba un mini-equipo fuera de la sala de casting que exprimía hasta límites insospechados de buenrollismo y ganas de divertirse a todos y cada uno de los concursantes. Era lo que luego se transforma en cosas como estas:
Y luego, el momento cumbre: entrar al set. Les recibíamos con una sonrisa y... normalmente con un marrón técnico. Murphy actúa, chicos y bastaba con que entrara un concursante nervioso para que:
a) fallara la luz.
b) fallara la cámara.
c) fallara el decorado.
d) hubiera un problema sin identificar.
Así que el pobre o la pobre se pasaba ahí unos cuantos minutillos esperando a que se arreglara todo mientras unos tipos decían cosas como: "
haz el balance de blancos otra vez” “
A ver... uy no, está sepia, pasa a ver más frío" o "
súbele 2,4. Bien. No, demasiado, sube, sube, sube” (y el tipo subiendo), ó “
pon el cinefoil y métele la pantalla" con el consiguiente susto. Yo mientras, en mi mesa, solía llamar al concursante por su nombre para romper el hielo pero el pobre estaba tan acojonado con todo esto que no me hacía ni caso.
Al final, todo se solucionaba y pasábamos a la acción. ¿Y cual era la acción? “¡
Ponte en las huellas!” Si habéis estado en el casting sabréis que esa era la norma número uno y que os dábamos el coñazo con la misma todo el rato. "¡
Ponte en las huellas!", "
por favor, no te muevas de la zona de las huellas", "¿
Te importaría volver a las huellas?"... hasta la desesperación (la suya y la nuestra). Pero mira, es que si no se ponen en las huellas la iluminación falla, la cámara te saca desenfocado y el plano se va a tomar por culo y claro, luego queremos que mamá nos vea guapos ¡lo queremos todo! Pues no, pues no. ¡A las huellas!.
A veces, tras 500 castings, te daba por hacer el gilipollas y jugar al Twister: "A ver, pon los pies en las huellas... y ahora una mano detrás de tu pie derecho... y la otra delante apoyada en un dedo". Jeje... oye, más de uno se lo pensaba. Eso junto a lo de "ponte en esas huellas mirando al cartel donde pone El Rey de la Comedia... y ahora dime, empezando por la izquierda ¿qué letras ves?" eran los clásicos del humor en estos viajes. Uno que es simple.
Eso sí, cuando has escuchado 20 veces en un mismo día, tras decir lo de “ponte en las huellas”, el chistecito de “ey, que casualidad, son de mi talla”, te entran unas ganas de vacile que ni te cuento. Arg… Era el chiste más desesperante junto al que le hacían a la chica de sonido cuando ponía el micrófono a los concursantes: “ey, uy, eres la primera mujer que me toca tras X años”. A veces jugábamos a ver a quién le hacían el chistazo más veces en un día. Ganaba ella.
El set de casting lo podéis ver fácilmente en las fotos: un suelo con las huellas de los pies, una pantalla de proyección detrás (en la foto a mano derecha), una cámara delante y focos. Ah, bueno, un pequeño lugar de escorzo a la pantalla donde el concursante se situará (con otras huellitas, a la izquierda de la foto) para recibir su veredicto.
¿Y allí qué pasaba? Que el concursante sufría o disfrutaba y soltaba sus minutos de gloria. ¿Y qué me pasaba a mi? Pues que sufría… o disfrutaba. Yo evidentemente prefería lo primero: Me encanta que me entretengan. Pero entre nervios, confusiones y concursantes demasiado valientes para intentarlo, algunas veces ocurría lo primero.
Pero eso lo contaré en el siguiente post…
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