Cuando voy a escribir algo, necesito una ingente cantidad de tiempo "perdido" para hacerlo.
Creo que no es cosa mía solamente, porque comentándolo con varios compañeros, a muchos les pasa lo mismo: los guionistas perdemos una gran cantidad de tiempo, a simple vista. Viendo la tele, navegando por Internet, actualizando el blog, viendo vídeos estúpidos, buscando canciones especiales, mandando cartas intensas, hablando por teléfono, riendo…
Lo que pasa es que luego, todo parece recuperarse. Es decir: las cosas están cuando tienen que estar. Con prisas, con agobios, con el tiempo pelándote el culo pero ahí están. Y están bien (o por lo menos, al nivel esperado) las suficientes veces como para que el juego continúe.
Yo, concretamente, sólo puedo funcionar de esa forma. Lo llevo haciendo desde que estudiaba en la universidad: siempre he funcionado mejor bajo la presión de los últimos días. Pero ojo: no se confundan. No me refiero a la presión de: “rápido, sólo dispones de 10 minutos para…” Esa la odio. Me refiero a la presión de: “Díos, he tenido toda una semana, tengo que entregar pasado mañana y aún no he escrito nada que…”
¿Qué diferencia hay? ¡Pues una absolutamente primordial!: Yo SE que tengo ese tiempo y DECIDO tocarme los cojones durante un periodo del mismo. Durante ese periodo, me distraigo, rumio ideas, pienso posibilidades, me convenzo de que tengo que escribir así, o asa, juego, me recuerdo que tengo que hacerlo, esbozo unas cuantas ideas sin definir del todo, calculo lo que me puede costar definirlas, me concedo caprichos de “leo este cómic y me pongo”… y luego entran en juego los mecanismos fundamentales del guionista: La presión, el sentimiento de fraude y el instinto de supervivencia creativa. Y lo jodido es que funciona.
Antes he dicho que muchos compañeros comparten esta actitud, pero también es cierto que muchos de ellos, no lo hacen: están ahí, con su papel en blanco, o con párrafos escritos sin chiste, mirándolos fijamente, durante horas. O días. Escriben, reescriben, vuelven a reescribir, cualquier cosa, la primera… y hacen trabajos estupendos. Y otras veces, no. Así que nunca me acabo de animar a cambiar mi método de trabajo.
Aquí vemos a un compañero devanándose los sesos con un maldito monólogo...
Yo estoy, en cambio... haciendo fotos. Claro está que, para televisión (y sobretodo para guión de programas) este método me funciona. Una novela, un largometraje, no podría funcionar así. Lo se. Pero es que cada trabajo requiere estrategias distintas. La mía es la de apurar un periodo de tiempo determinado, bajo concentración extrema, dónde doy lo mejor de mi. Después, revisiones bajo igual concentración para pulir, cambiar o decidir. La escritura de guión de televisión nunca me ha parecido un trabajo de rutina diaria.
También es cierto que las mejores ideas, los mejores chistes, los mejores pensamientos, ocurren cuando no estás sentado frente a tu ordenador. Ocurren cuando estás charlando con un amigo, cuando estás en casa viendo la tele, cuando estás tranquilo, relajado, haciendo el idiota con algún compañero… cuando estás viviendo. Pero eso es muy difícil de entender por la gente de fuera: siempre serás un vago. Por eso es muy difícil el que, en la vida de un guionista (por lo menos un guionista como yo) pueda ponerse uno un cartel como este que descubrí en una tienda de Toledo, una vez.
Es más, me arriesgaría a pedir uno que dijese lo contrario. Por favor.