Estuve en Londres y vi mi nombre escrito en el culo de siete coristas.
Eso puedo decirlo. ¡Puedo gritarlo! ¡Sí!
Y no es un farol, oye. Bueno, sí, vale... quizás no era exáctamente mi nombre si no el de Galahan. Y vale, quizá no era exáctamente Galahan si no el de Galahad, pero a ver quien se acerca tanto a algo parecido ¡a ver quien!
Bien, bien, os lo explico...
"¡No puedes volver de Londres sin haber ido al teatro!", decían. Al parecer, es una norma no-escrita que pulula entre los viajeros londinenses y nosotros, como no podía ser de otra forma, la cumplimos.
Y digo "como no podía ser de otra forma" porque la forma fué la de siempre: Yo me muero de ganas de algo pero no insisto porque pienso que sólo me va a gustar a mi y al final la intrépida acompañante de intrépida paciencia para estas cosas, me lleva a rastras. ¡Y no sabe cuanto se lo agradeceré!
Se trataba del musical basado en la película (y en general en todas sus obras) de los
Monty Python: "
The Holy Grial" -aka: Los Caballeros de la Mesa Cuadrada y Sus Locos Seguidores-. ¡Sí! ¡Sí! ¡El musical
Spamalot!
Ese musical era, es, el único musical que desde su estreno (allá por 2005) me he muerto de ganas por ver. De hecho, creo que es el único en el que he tenido interes de todos los musicales del mundo. Vamos, ¡que hasta es el primero!
La verdad es que a mi intrépida compañera de intrépidos viajes no le costó mucho saber que tenía ganas de verlo. Más que nada por la repetitiva imagen de mi persona señalando como un niño tontón cualquier cartelito que veía por la ciudad anunciando el espectáculo: En las escaleras mecánicas del metro -"miraaa"-, en una revista por la calle -"spam spaaaaam, wonderfull spaaam"-, en el autobus pasando por la puerta del teatro -"mira miraaaaa la cámara de fotos a ver si...".
Así que, no se si por amor, o por callarme de una vez, me agarró del brazo, me llevó a las taquillas y sacó dos pedazo de entradas para el espectáculo que comenzaba ¡en 10 minutos! ¡Yupiiiiiiii!
El teatro (el
Palace, que suena super chulo: "ey, he estado en el Palace") estaba repleto y eso que hablamos de un estreno del 2005 y de un lunes. Y evidentemente, todo el público estaba entregado desde el principio:
todo fans de los Python. La sensación de reunirse en una sala con tal cantidad de gente que conoce el sketche de los caballeros que dicen "Ní" o el de las gaviotas que transportan cocos es indescriptible. ¡Es maravillosa! Pero claro, qué esperar de una ciudad que reunió a 5567 personas para conseguir el
Record Guinness de gente reunida en una orquesta de cocos (haciendo sonar cocos al ritmo de "always look on the bright side of life"), en Trafalgar Square,
pocos días antes de nuestro viaje... ¡Por poco no lo vimos!
El espectáculo "
Spamalot" (unión de Camelot y de Spam, carne en lata que da pie a uno de los sketches más famosos de los Python, que a su vez dio nombre al correo basura), a mi gusto, está fenomenal.
El reparto es más que solvente, aunque para los españoles no cuente con nombres conocidos. En Brodway lo estrenó Tim Curry, con el que ganaron el
premio Tony al mejor musical en el 2005. La dirección del espectáculo es nada menos que de
Mike Nichols, director de películas como "El Graduado", "Quien Teme a Virginia Wolf", "Primary Colors" o "Closer" (más recientes). Y los decorados están muy currados, son ingeniosos, y no dejan de moverse rápidamente para adecuarse al desarrollo de cada sketche y número musical. En resumen: una puesta en escena rápida y espectacular para lo pequeño que es el teatro que se disfruta totalmente.
Aunque claro, la base de este espectáculo es el libreto. Viene de la mano de Eric Idle, insigne Monty Python. Idle (el rubito de rizos) siempre ha intentado remover el espíritu del grupo en espectáculos musicales, puesto que era el compositor de casi todas sus canciones. Ahora lo ha conseguido con el espectáculo-homenaje definitivo, este Spamalot, que se está representando a la vez en Brodway, Londres, Las Vegas y en un tour por los USA. También se vió en Sidney hasta hace poquito.
La trama, digámoslo ya, no tiene sentido. Es absurda. Una excusa para hilar sketches míticos de la película con canciones de cualquier otra parte de la historia del quinteto.
Pero la verdad... ¿a quien le importa?. Sólo esperas, uno tras otro, todos los momentos estúpidamente mágicos que recuerdas de la película, interpretados sobre un escenario, con ese delicioso acento british que tanto suma en la comedia.
Están todos los sketches: Los caballeros que dicen "ni", la gaviota transporta cocos, el carro que recoge a los muertos, la comuna medieval, el bravo Sir Robin, el castillo de los franceses, el duelo con el caballero negro, el príncipe cautivo en la torre, el conejo asesino y la santa granada de antioquia...
con los insertos de "Always Look On The Bright Side of Life", "Finland" y otros fragmentos del resto de obras míticas de los Python. Pero es que además,
se han añadido números musicales divertidos y personajes totalmente originales. Ahí destaca la Dama del Lago, cumpliendo el obligatorio rol de partenaire de Arturo en el musical.
La verdad es que los nuevos aportes forman una historia disparatada pero que tiene más sentido que la de la película, absurda a más no poder y con un final desconcertante (aunque genial). En la obra, las tramas (por llamarles de alguna forma) se solucionan ordenadamente y chim pum, pero se solucionan. Eso sí, le pesa al conjunto la segunda parte de la obra, que al incluir menos sketches conocidos (y testados) y mucho más libreto original escrito para la ocasión (por menos cabezas, claro) es bastante más floja. Pero la verdad, no importa. ¡Es espectáculo!
Disfruté como un enano. Pero como un enano muy enano. Sonrisa perpetua, ojos abiertos, emoción, ganas de cantar... Ver como la gente se descojonaba con los sketches que me encantan, ver como la intrépida periodista de intrépidos gustos diferentes se contagiaba y aplaudía cada número con entusiasmo... ¡Ver una tienda llena de chorraditas de los Monty Python! Evidentemente, con la visita cayó una camiseta genial.
Y casi casi, una manopla conejito de peluche.
Y por supuesto, me llevé El Recuerdo: 7 coristas tumbadas en el suelo que levantaban sus piernas mostrando un pantaloncillo-bañador con una letra cada una. Juntas formaban la palabra: "Galahad", mientras jaleaban y coreaban al caballero.
¿Casualidad?
¡No lo creo!
¡Jeje!
Y...
Continuará.
Ya sólo queda uno. Ánimo!
.
Etiquetas: Londres, Monty Python, Personal, Viajes