Llevo demasiado tiempo sin actualizar. Lo reconozco.
Podría poner de excusa mi nuevo trabajo, que me hipoteca el tiempo, pero no sería del todo cierto.
Podría poner de excusa que no se me ocurre de qué hablar, pero no sería del todo cierto.
Podría poner de excusa que quiero buscar un camino para este blog, pero no sería del todo cierto.
Podría poner de excusa que me da algo de vergüenza y estaría acercándome.
De pronto, un montón de compañeros de trabajo tienen blog y escriben a diario.
De pronto, me gusta leer esos "posteos" costumbristas.
De pronto, no se si los que yo podría poner serían interesantes...
Siempre he pensado que ser un "sinvergüenza" era algo maravilloso. El miedo no les impide hacer lo que quieren. Son libres. Son valientes. Siempre les he tenido envídia.
Quizá es el efecto
Han Solo en
El Imperio Contraataca, cuando Leia le da un sopapo tras él arrebatarle un beso y le espeta eso a la cara: Sinvergüenza.
Han Solo se queda pensando, con la mano en la mejilla golpeada y valora:
- ¿Sinvergüenza?... Hum... Me gusta.
El otro día, en el trabajo, tuve varios encuentros con "sinvergüenzas". Gente que no son nada en la vida mas que un pequeño nombre en la mísera fama televisiva y que se creen sus propias tonterías. Gente que es capaz de mentir y actuar como miserables por un poco más de fama, atención o dinero. Y no tienen vergüenza. Porque para vivir de eso, no la debes tener.
Y entonces me alegro de tener vergüenza de un simple post.